El vínculo que nos une

Este mural nace como un homenaje a la transmisión de sabiduría y alegría entre generaciones. En una fachada de gran altura, transformé un edificio en un lienzo vivo para contar una historia universal: la ternura del vínculo entre una abuela y su nieta. Su risa compartida, la conexión de las manos, el juego con el pez dorado suspendido en el aire… todo habla de un amor atemporal que habita en los pequeños gestos.

La composición está pensada para dialogar con la arquitectura sin perder humanidad ni intimidad, a pesar de su escala monumental. Rodeando la escena central, los peces en trazo azul evocan un entorno marino onírico y simbólico, una referencia directa al alma costera de Estepona. Estos elementos aportan ligereza y movimiento al conjunto, contrastando con el detallismo cálido y casi pictórico de las figuras humanas.

El pez dorado representa sueños, libertad e imaginación. Las burbujas emergen como pensamientos inocentes, elevándose suavemente hacia el cielo. Cada elemento fue diseñado para despertar emoción en quien lo observa desde abajo, para regalar un instante de belleza y conexión emocional en medio del día a día urbano.

Obtener el primer premio en el Concurso Internacional de Murales de Estepona con esta obra no solo fue un reconocimiento artístico, sino también una validación de que el arte público puede conmover, transformar y reunir a una comunidad entera en torno a una imagen que les pertenece.

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